ESTADIO MUNICIPAL DE FUTBOL:
Al escribir
sobre el lamentable fallecimiento del P.C. Enrique Castillo Villatoro acaecido
muy recientemente, entre otras cosas, relaté que él ocupó el puesto de Tesorero
del Comité pro-construcción del Estadio Municipal de fútbol de Huehuetenango
allá por el año de 1,960 y que se inauguró el día 1 de Enero de 1,961.
También
recordé la conformación de dicho Comité que fue de la siguiente manera:
Presidente, Coronel Enrique Sosa Ávila, Vice-Presidente, Ing. Samuel Franco
Pérez, Secretario, Teniente Eugenio Alvarado, Tesorero, P.C. Enrique Castillo
Villatoro y Vocales: Señores Gildardo Morales, Julio Cesar Hernández y
Profesores Mauro Guzmán Morales y Héctor Leonel Alvarez Galindo.
Cuando
el trabajo fue entregado en la fecha mencionada, obviamente el Comité pasó a
desintegrarse llenándose todos los requisitos que la ley y el sentido común
establecían; tiempo después se colocó una plaqueta conmemorativa en uno de los
ingresos de las instalaciones en donde, si no estoy mal, solo aparecían los
nombres del Presidente y el Vice, en señal de agradecimiento porque,
indudablemente, ellos fueron los que más consistentemente aportaron gracias a
los puestos que ocuparon por aquellos años.
Quién
esto escribe, profunda y rabiosamente enamorado de todo lo que olía a fútbol,
después de eso, ocupó por algunos años la Presidencia de la Asociación
Departamental de Fútbol, sustituyendo al Profesor Carlos López Castillo quien
también dedicó su tiempo y esfuerzos para mantener vigente dicha asociación;
Carlos (“Cusha” le decíamos cariñosamente), dicho sea de paso, fue uno de los
primeros periodistas de Huehuetenango habiendo trabajado la corresponsalía del
importante Diario vespertino “El Imparcial”, fundado por el reconocido patriota,
Licenciado don Alejandro Córdova (asesinado durante la Presidencia del General
Federico Ponce Vaides) y cuyo nombre ostenta con orgullo el Instituto Oficial Magisterial
de la ciudad.
Ahí
en la Asofútbol Departamental supe lo que era dirigir una entidad deportiva con
algunos equipos en la primera y en la segunda división, sin apoyo de nadie y
menos de la Federación Nacional de ese deporte que en aquellos años no daba un
solo centavo a las asociaciones departamentales. Había que ser creativo y
trabajar duro para mantener vigente los campeonatos que se organizaban. Se
jugaba en el Estadio Municipal de Fútbol de Huehuetenango (ese fue su primer
nombre) y se cobraban Q.0.10 por el ingreso; apenas llegaban dos o tres
“mirones” y la asistencia mayoritaria era de jugadores de los equipos que
participaban antes y después del partido que se jugaba en el momento y que,
obviamente, no pagaban. Era duro pero ahí estábamos pegados “al palo”.
Por esos años murió Julio César Hernández que,
como ha quedado apuntado, formaba parte del Comité Pro-Construcción del Estadio;
en su honor, tomamos la decisión de colocar su nombre al Estadio, nombre que
llevó durante algunos años.
En
1,982 se produjo el golpe de Estado en contra del General Romeo Lucas Garcia y
vino a ocupar la Comandancia de la Zona Militar el Coronel Héctor Leonidas
Hernández Catalán a quien también le fascinaba el fútbol y que decidió, entre muchas
otras cosas, remodelar el Estadio. Al concluir los trabajos, quienes intervinieron
directamente en la remodelación, dispusieron cambiarle el nombre y le
colocaron, para evitar controversia, supongo, el nombre de Kaibil Balam que
todavía ostenta.
Yo me retiré de la
Presidencia de la Asociación de Fútbol de Huehuetenango en 1,973 después de que
nuestra selección juvenil, luego de algunos intentos anteriores, se trajera el Primer
Campeonato Nacional de Fútbol ganado gloriosamente en el Estadio “Pensativo” de
Antigua Guatemala al vencer a la Selección de San Marcos; aquello fue
apoteósico y compensó con mucho, el esfuerzo y la dedicación mantenida por los
integrantes de la Asociación de Fútbol local.
Este,
señoras y señores, es un retazo de la historia de Huehuetenango, ajustado
totalmente a la verdad aunque le falten detalles que me reservo ahora pero a
los que puedo hacer alusión más adelante. Y escribo sobre esto a consecuencia
de una mención que se hizo del tema en
mi presencia y que me dejó “cabizbajo y meditabundo”.
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