BURLA SANGRIENTA:
Guatemala
es un País que se desenvuelve entre la pobreza y la pobreza extrema; conforme a
las últimas estimaciones del INE (Instituto Nacional de Estadística), en la
misma extensión territorial (108,889 Km cuadrados) vivimos ahora unos
16,210,980 de habitantes; Huehuetenango, que es uno de los Departamentos con
mayor población, cuenta ahora con más de un millón y medio de pobladores,
mientras en el municipio, que es la cabecera departamental, tratamos de
convivir pacífica y armoniosamente, no menos de 160,000 vecinos. Para dotar de
buenos servicios públicos a esta enorme cantidad de personas se necesita de una
colaboración inter-institucional de primer nivel, lo que todavía no han
entendido quienes dirigen los altos estamentos del Estado.
Ahora que estamos dentro de un
proceso electoral sui-géneris (porque nadie sabe en qué va a parar todo esto)
vale la pena que afirmemos que, probablemente las elecciones, si es que se
realizan, las defina el área rural con su 53.9% de habitantes; es ahí
precisamente, en donde se debiera solicitar el voto consciente.
Pero vamos a lo que verdaderamente
nos lleva a escribir esta columna: El 53.7% vive en la pobreza y lo que es aún
más duro: el 13.3% vive en la pobreza extrema; de ellos, la mayoría son niños
hasta los 14 años.
Sucesivos gobiernos, solo para su
época de campaña electoral, abrazaron, besaron y dijeron que los niños era su
prioridad pero jamás se acordaron de ellos mientras gobernaron y pudieron
hacerlo. Y hoy, hemos escuchado en toda su crudeza, la burla sangrienta que una
señora, dipucaco para más señas, hace de los niños pobres “tomados” por ellos
para llevarlos ante “La Lucy” (dice en la grabación) para poner en entredicho a
esta funcionaria de gobierno; seguramente los llevaron para cumplir los nefastos
propósito políticos de estos “representantes” de Huehue y a lo mejor ni un refresco les regalaron por
haberlos “usado”.
La burla, la mofa, la guasa y el
escarnio que estos señores han hecho de las calamidades por las que pasan los
niños pobres del País no tiene nombre y una cosa como esta llora sangre; sobre
todo porque, ellos, pudiéndolo hacer, jamás se han preocupado, mucho menos
ocupado, de resolver o siquiera amainar el problema de la gente desposeída.
Esta sangrienta y dolorosa burla,
merece un castigo ejemplar.
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