lunes, 13 de octubre de 2014

¿QUO VADIS, ACADEMIA?

Las estadísticas nacionales e internacionales nos marcan un continuo deterioro en la educación nacional en los distintos niveles, desde la década de los ochenta, cuando el conflicto armado interno principia a diluirse, llegándose a la firma de los Acuerdos de la Paz en al año de 1,996 durante el gobierno de Álvaro Arzú; hay que decir que dichos acuerdos no se hubiesen firmado si no se produce el famoso apagón de las elecciones entre Portillo y Arzú luego del cual la balanza eleccionaria se inclinó por este último; la guerrilla jamás hubiera firmado esos acuerdos con el FRG, partido político que postuló a Portillo (tómese esto como una disquisición histórica).
            Probablemente el conflicto armado interno fue uno de los elementos que influyó en el deterioro de esa educación, sumado a otros que incluyeron el bajo rendimiento del alumnado aceptado graciosamente por pocos maestros primero y luego por una buena parte de ese gremio; así fueron transcurriendo aquellos años y llegamos al final de la década de los noventa; arribamos al nuevo siglo con más pena que gloria porque la educación nacional había caído en franco declive. Creo que a lo interno del Ministerio de Educación siempre los sindicatos estuvieron más preocupados por el aspecto económico y por mantener una dirigencia estática e inamovible que por lo verdaderamente importante: El proceso educativo en el que nada cambió para mejorar, sino todo lo contrario.
            Huehuetenango, aún con la férrea oposición de los estudiantes universitarios de la capital, logró abrir una extensión de la Universidad de San Carlos en el año de 1,966 con la Facultad de Pedagogía y graduó a sus diez primeros Profesores de Enseñanza Media en el año de 1,97l; lo mejor del Claustro de Catedráticos de la mencionada Facultad estuvo “de planta”  algunas veces por acá y los graduandos huehuetecos respondieron con su mejor esfuerzo.
            Pasaron los años, la oferta universitaria creció muchísimo, aparecieron las universidades particulares “in crescendo” cada día, se ofrecieron carreras de todo tipo, se abrieron extensiones en una gran cantidad de municipios, aparecieron “catedráticos” aquí y allá con habilidades intelectuales y pedagógicas cuestionadas y surgió la competencia, no precisamente por calidad, sino por graduaciones fulminantes y por precio. A muchos de los competidores como que ya no les importa el prestigio de su “marca” sino la cantidad de “alumnos” que puedan captar para engrosar su billetera.
            Ahora escuchamos con estupor que se ofrece que “nosotros eliminamos requisitos molestos y retardatarios” para recibir un título “express”. “Ud. con nosotros ya no se preocupa por trabajar una tesis; tampoco tiene que aprobar diez cursos como en otras partes; nosotros se lo dejamos solo en tres cursos y mucho más sencillos”. Pero en la publicidad se afirma que “proporcionamos calidad y excelencia”. ¿De dónde?
            Esto se llama descalabro y estafa educativa universitaria total. Si los actuales estudiantes de estas universidades (oficiales o privadas) que titulan de manera “express” hacen un análisis sereno de su situación, se darán cuenta de que no solo lo están estafando sino que están perdiendo lamentablemente su tiempo porque en el cercano futuro serán incapaces de desempañar con eficiencia un puesto que se ajuste al título que poseen…y paulatinamente serán excluidos de la oferta-demanda laboral; no habrá lugar para ellos. 

            Por eso la pregunta en el título: ¿A dónde va, así con esta “competencia” obviamente muy mal entendida y mal fraguada, la academia nacional? La respuesta es: A la vil calle de la amargura que nos llevará a un  abismo sin fondo. 

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